Nuestro intestino ¿Segundo cerebro? ¿origen de enfermedades?

Medicina Natural en Chile ha querido hoy hablar sobre nuestros intestinos y las bacterias que viven en ellos (microbiota o flora intestinal). Este tema tan interesante e importante y del que muy pocas personas se preocupan. Cuando acudimos al médico por alguna dolencia en general nos indican tratamientos para eliminar síntomas pero casi ningún médico se preocupa de potenciar nuestra flora intestinal que podría ser la causa de muchas enfermedades actuales como diabetes, alergias, enfermedades inmunes, obesidad, depresión, etc.

intestinos1En los intestinos se aloja el sistema nervioso entérico, una suerte de segundo cerebro formado por 100 millones de neuronas que es el responsable de que esta red neuronal nos haga sentir ciertas emociones en la tripa y de que el organismo sea capaz de hacer la digestión sin contar con la ayuda del cerebro principal, desarrollando de manera autónoma funciones tan complejas como el fraccionamiento de los alimentos, la absorción de los nutrientes y la expulsión de los desechos, mediante complicados procesos químicos y muy medidas contracciones musculares. Además, el sistema nervioso entérico, o segundo cerebro, no solo realiza tareas fisiológicas, sino que, en paralelo, influye directamente en las emociones, de manera que la tradicional y romántica imagen de sentir «mariposas en el estómago» responde a estados alterados de nervios o estrés que se perciben gracias al sistema nervioso instalado en el intestino. Como afirma el psiquiatra James Greenblatt: «Los intestinos son en realidad un segundo cerebro». Actualmente existen abundantes pruebas científicas de que, en ese eje intestino-sistema nervioso central-cerebro, en el que la comunicación es bidireccional, los microbios que forman la microflora intestinal o microbiota ejercen un protagonismo decisivo. A mediados de 2011, un equipo investigador de la Universidad Mac Master de Canadá consiguió recopilar evidencias de que las bacterias intestinales influyen directamente en la química del cerebro y la conducta, asociándose con la ansiedad, la depresión o, incluso, el autismo de inicio tardío. Por otra parte, y abundando en ello, a principios de 2013, un estudio hecho público por el Instituto Karolinska (Estocolmo, Suecia), en colaboración con el Instituto del Genoma de Singapur, puso de manifiesto que la colonización microbiana de los intestinos en la primera infancia resulta decisiva para el saludable desarrollo del cerebro y fundamental en las áreas del aprendizaje, la memoria y el control motor. Unos meses más tarde, tras muchos años de análisis de las historias clínicas de sus pacientes, James Greenblatt remarcaba: «Los intestinos son en realidad un segundo cerebro… [ya que]… existen más neuronas en el tracto digestivo que en cualquier otro lugar, aparte del cerebro». En realidad, esto no es nuevo para la práctica psiquiátrica, cuyos más destacados profesionales hace tiempo que saben la estrecha conexión entre el sistema digestivo y las enfermedades mentales. Hace mucho tiempo que se ha constatado que la ansiedad provoca diarreas o que la depresión dificulta extraordinariamente la digestión de alimentos y la asimilación de nutrientes. Lo verdaderamente novedoso de los planteamientos de Greenblatt y otros pioneros es la constatación de que el sistema digestivo no está subordinado al cerebro, sino que el cerebro reacciona ante las informaciones que le llegan desde los intestinos. Tras todas estas constataciones, el dato más preocupante es que se estima que entre el 80 y el 90 % de la población está afectada, en distintos grados, por algún tipo de problema intestinal, lo que, sin duda, favorece la aparición de un sinfín de enfermedades y dolencias. La buena noticia es que todo este nuevo conocimiento sobre la conexión entre los dos cerebros permite mejorar los diagnósticos y los tratamientos de las mismas, y que en el futuro se podrán emplear nuevos fármacos y tratamientos menos invasivos, más naturales y más eficaces para una gran serie de problemas tanto físicos como mentales.

Hay una conexión directa entre el envejecimiento precoz y procesos degenerativos tanto de piel y articulaciones con la salud del estómago. Ya lo estudió Iliá Mechnikov, premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1908, la fermentación pútrida en el intestino es la razón principal del envejecimiento precoz. Y el estreñimiento y la putrefacción proteica están vinculados al desarrollo del cáncer y a los procesos degenerativos sistémicos prematuros. Si la célula esta bien nutrida e hidratada y mantiene adecuadamente el proceso de eliminación y desactivación de las toxinas y de los radicales libres, puede estar joven y activa durante mucho tiempo.

Con la vida que llevamos (sedentaria, estresada, alimentación cuya calidad no está muy controlada…) no eliminamos todo lo que ingresamos y por tanto absorbemos toxinas, sufrimos putrefacción, inflamación, intoxicación y bajan las defensas. Un tratamiento para el colon una vez al año es muy recomendable

 

Perspectivas de futuro

A lo largo de los últimos años son muchísimas las cosas que la ciencia ha conseguido averiguar sobre el microbiota intestinal humano, pero le quedan aún muchísimas más por conocer.

En concreto, la codificación genética del microbioma intestinal abre paso a la determinación de funciones específicas que permitirán establecer parámetros similares a los que actualmente se manejan, por ejemplo, para el colesterol; el conocimiento detallado de las conexiones entre la población bacteriana del intestino con el sistema inmunológico dará pie a novedosos abordajes en la prevención y el tratamiento de asma, alergias y enfermedades autoinmunes. En consecuencia, las conexiones de doble dirección entre los sistemas neuronales cerebral e intestinal se configuran como una utilísima herramienta para tratar tanto desórdenes psiquiátricos graves como la multitud de trastornos comportamentales que caracteriza a la sociedad contemporánea, como depresiones leves, estrés, ansiedad o hiperactividad. Asimismo, las esperanzas más que fundadas en nuevas terapias para combatir la diabetes, la obesidad, la enfermedad celiaca, el cáncer y un sinfín de enfermedades y dolencias, son enormes. La aparición en el mercado de fármacos moduladores de la microbiota intestinal está casi al alcance de la vista. Y, como veremos, los trasplantes de microbiota intestinal y el tratamiento de la mastitis con probióticos, por citar algunos ejemplos, son ya un hecho. En definitiva, la manipulación del microbiota intestinal, para hacerlo más saludable y efectivo, podrá emplearse para tratar enfermedades o para prevenir su desarrollo. Y no solo en las evidentes, como problemas digestivos o metabólicos, sino otro sinfín de alteraciones. Como sintetiza Gary Wu, profesor de Gastroenterología de la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania y presidente del comité consultivo científico del Centro de Investigación y Educación del Microbioma del Intestino de la Asociación Americana de Gastroenterología:
Hay evidencias de que los microbios localizados en el intestino desempeñan un papel  transformando los constituyentes de la dieta en un gas capaz de acelerar la enfermedad vascular coronaria. Está también el microbioma de la piel, que desem peña un papel en el desarrollo de la psoriasis y en la cicatrización de las heridas.
Estamos ante un mundo fascinante por descubrir, en el que muy probablemente y en un plazo más corto que largo el conocimiento de los conceptos básicos respecto a las interacciones entre los seres humanos y su microbioma intestinal sea tan importante y decisivo como ahora lo es la genética.

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